Por Jorge Serrano Cobos
16 May 2006
Más de 900 aplicaciones de software social web 2.0 “colaborativas” se contabilizan ya, ¡900! (http://www.econsultant.com/web2/index.html) Ante ello cabe preguntarse:
16 May 2006
Más de 900 aplicaciones de software social web 2.0 “colaborativas” se contabilizan ya, ¡900! (http://www.econsultant.com/web2/index.html) Ante ello cabe preguntarse:
¿Qué significa el término web 2.0? ¿Es una quimera vacía de sentido, una moda, nos llevará a una nueva burbuja de internet, o supondrá una evolución natural en los modelos de negocio y las estrategias de diseño de interacción, recuperación y arquitectura de información?
¿Y qué hay de su equivalente bibliotecaria “library 2.0″? ¿En qué nos afecta como diseñadores de OPACs, sistemas de información, incluso bibliotecas físicas?
Vayamos por partes. Primero, ¿qué es la web 2.0?
Tim O’Reilly definió algunos de los conceptos que hay tras esta, digamos “actitud”, más que tecnología (ver What Is Web 2.0)
La web 2.0 sería la web post burbuja del 2000, no se centraría sólo en los que compran más, sino que abarcaría el gran mercado de las minorías (long tail o larga cola) convirtiéndose en cómplice de ellas.
Asimismo, la web 2.0 incorporaría una o varias tecnologías teniendo como base la importancia del usuario como parte integrante, pilar básico y motor de un sistema de información; una en la que, fundamentalmente, se diseñarían plataformas que permitieran al usuario final enriquecer y/o aportar el contenido y controlar su propia aportación; e incluso, produce sus propias leyes, como la Ley de Reed, que complementa a la más conocida Ley de Metcalfe (ver Group Forming Networks Resource Page)
Sutil o descaradamente, este concepto se esconde detrás de algunos de los éxitos más notorios de los últimos años: Pagerank de Google, la reputación de vendedores y compradores de eBay, Flickr o del.icio.us (comprados por Yahoo), la Wikipedia, Youtube, Myspace, Match.com, etc., y utilizan técnicas tales como los enlaces en el PageRank de Google o el quien ha leído esto ha leído aquello de Amazon (más pasivo), tecnologías como Ajax, wikis y blogs, o sistemas de clasificación social como el tagging. Algunos son rentables, otros no, muchos meramente anecdóticos. Pero ahí están…
Aplicándolo a las bibliotecas: ¿qué implica el concepto “library 2.0″?
En general, la idea común subyacente en estos proyectos exitosos es la de participación. ¿Tenemos esta idea en mente cuando diseñamos edificios de bibliotecas, recorridos por los museos, OPACs, intranets…? ¿La necesitamos? El concepto de library 2.0 ha propiciado recientemente en el mundo anglosajón un arduo debate entre los gestores de información, iniciado entre otros por Paul Miller, de la compañía desarrolladora de software para bibliotecas Talis, y hablaría de un nueva biblioteca (por extensión, un sistema de información) que
- permite y fomenta la participación del usuario/cliente no sólo en el disfrute de la misma, sino en su gestión,
- es divertida, trabaja para el usuario, habla de compartir y no sólo de consultar o pedir en préstamo, de crear redes de usuarios, de comunicar y facilitar la comunicación entre usuarios y bibliotecarios y entre los propios usuarios,
- socializa la recuperación y arquitectura de información, en un sistema escalable, permitiendo descentralizar la clasificación de los contenidos (véase un ejemplo en la Biblioteca de la Universidad de Pennsilvania)
A la vista de tantos éxitos, ¿quiere decir eso que el modelo web 2.0 / library 2.0 es el mejor modelo de interacción posible para nuestro sistema de información? ¿Debemos prepararnos para dejar en manos del usuario la clasificación de los contenidos y documentos de nuestras bibliotecas, etc.?
Hay pros y contras, defensores y detractores de estas ideas, para algunos no tan novedosas (imprescindible leer el exhaustivo estado de la cuestión recopilado por Walt Crawford en Library 2.0 and “Library 2.0″) Por un lado se achaca al modelo de gestión bibliotecario una rigidez normativa incompatible con la libertad que suele verse en otros ámbitos, como el e-commerce o la publicidad, siendo ésta precisamente la ventaja que otros ven, en lugar de la anarquía desarrolladora de los portales en permanente versión beta.
La literatura suele coincidir acaso en que puede utilizarse en todo o en parte para integrarse con otras técnicas o tecnologías más clásicas. En cualquier caso, casa muy bien con el modelo anglosajón de hacer las cosas, un modelo muy ecológico: se fomenta la aparición de todo tipo de iniciativas, se las deja pulular por la web, y a ver quién sobrevive. ¿Su modelo de negocio? El de la fiebre del oro: ¿quién ganaba más, los que buscaban oro o el que les vendía picos y palas?
¿Web 2.0 para mi sistema de información? ¿Library 2.0?
Depende de por qué, para qué, para quién, cómo… Lo que sí es cierto es que, como con el concepto de la Web Semántica, producirá –produce ya- muchos experimentos, muchas tecnologías, muchas iniciativas. Unas sobrevivirán, otras no, pero en el camino brotarán auténticas maravillas, y todos aprenderemos.
¿Evolución? Siempre.
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