• La industria editorial tiembla ante el irrupción del libro electrónico: ¿Resisteremos al Kindle?


    Fuente: El Noticiero de las ideas
    URL: http://www.noticierodelasideas.com/
    País: España
    07-12-2009

    Por Fernando Belzunce. Director R.C. Vocento-Internet

    Estos son tiempos de dudas e incertidumbre, pero no deja de sorprender la frecuencia con la que se plantea la misma pregunta, aunque formulada de muy diferentes maneras: ¿Cómo cree que será el futuro de la comunicación? Puede sustituir la palabra comunicación por la que mejor se ajuste a sus inquietudes particulares -prensa, Internet, cine, música, libros, ocio, entretenimiento…- y caerá en la cuenta de que sí. Que la cuestión en este contexto tan convulso ha sonado en cada esquina y vuelve a escucharse cada vez que se presenta a la sociedad un deslumbrante artilugio tecnológico que ofrece grandes posibilidades a millones de usuarios. Fue el caso del iPod en su lanzamiento, del iPhone el año pasado y ahora es el turno del Kindle.

    El Kindle, sin duda uno de los regalos estrella para esta Navidad, es un libro electrónico que ha arrasado en el mercado anglosajón y que en España va camino de romper todas las previsiones. No es un hito en sí mismo, pero es tan popular que da que pensar. ¿Supondrá el fin de la industria editorial? La pregunta no es baladí. Ya hay editores que han mostrado su temor ante el que consideran que puede ser el detonante del declive de su negocio, al igual que las descargas de mp3 lo fueron para la industria musical. En Estados Unidos, el poderoso ‘lobby’ de editores logró en verano que el Gobierno desestimara la inclusión del Kindle como parte del sistema educativo. Ganó con gran esfuerzo una lucrativa batalla, la de los libros de texto, que le ha dado aire, aunque sólo hasta que se libre la siguiente contienda, quizás el curso que viene.

    Al igual que el iPod no es el mejor reproductor portátil del mundo ni el iPhone el mejor teléfono móvil, el Kindle tampoco ofrece prestaciones muy superiores a otros productos similares de la competencia. La diferencia es que es el más popular. Sus logros son espectaculares. Permite un acceso rápido y seguro a más de 350.000 títulos, la mayoría en inglés, a través de la web de Amazon, la empresa que lo comercializa y que es la referencia mundial indiscutible en venta de libros en Internet. Esta firma ha creado un sistema de descargas previo pago muy eficaz que toma como modelo el universalizado sistema i-Tunes de Apple. A través del inalámbrico Kindle, dotado de Wi-Fi y conexión 3G a Internet, uno puede descargarse con seguridad y de forma sencilla una obra en sólo sesenta segundos, almacenar nada menos que 1.500 y llevarse a todas partes una enorme biblioteca que sólo pesa 289 gramos y que ocupa poco más que un libro de bolsillo.

    Además de novelas y manuales de todo tipo, el aparato permite acceder a periódicos, revistas y todo tipo de documentos. Y en él no sólo se lee. También permite subrayar, marcar páginas y hacer anotaciones. Otra de sus funciones ofrece la lectura a través de una voz sintetizada que pasa las páginas al ritmo marcado por el usuario, lo que lo hace interesante no sólo para personas con incapacidad, sino también para otras que quieran sacar provecho de esa ventaja en determinadas situaciones. Su tamaño es más reducido que el de una novela de tamaño medio y si se desea un formato mayor para disfrutar más de algunas obras –por ejemplo novelas gráficas- ya hay un modelo mayor, el Kindle DX, que se vende en Estados Unidos y que no tardará en llegar a Europa.

    Pese a todo lo expuesto anteriormente, seguramente aún mantendrá sus reticencias al invento. Opinará que la experiencia de lectura no es siquiera parecida a la que permite el papel y que por tanto no es comparable. Y no se lo creerá, o tardará en hacerlo, pero está equivocado. Lo mejor de este libro electrónico –y de otros muchos que se comercializan en la actualidad- es que en cuanto a la vista se refiere funciona como el papel gracias a la tinta electrónica que, inventada en 1997 por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussets, ha desatado en estos años la auténtica tormenta de e-Books o e-Readers.

    Magnífica resolución

    A diferencia de las pantallas TFT o LCD utilizadas por los ordenadores, el papel electrónico no emite luz, sino que la refleja. Está compuesto, según explican sus creadores, por una capa de microtransmisores eléctricos, un polímero y una lámina protectora. La tecnología funciona al parecer cuando se estimulan de forma electromagnética millones de cápsulas que flotan en un gel para que muestren una cara blanca o negra y representen así una forma en la pantalla. El caso es que la resolución de los textos resulta magnífica, así como la flexibilidad y la ligereza de la que puede beneficiarse el aparato, que no parece eléctrico y apenas consume.

    Lo mejor del Kindle, como ocurre con todos los grandes artilugios que acaban motivando preguntas sobre el futuro de la comunicación, es, en resumen, su sencillez y su calidad. Ofrece un estupendo servicio a un precio razonable, en torno a los 200 euros, que presumiblemente irá en descenso con el tiempo, a medida que avance esta industria, se abaraten costes y surjan nuevos modelos de la competencia. Ya hay modelos experimentales que permiten doblarse como si se tratara de un periódico, lo que invita a pensar que en los próximos años el invento evolucionará de forma importante. Los gestores de Amazon esperan vender unos tres millones de lectores electrónicos en Estados Unidos en 2009 y duplicar las ventas en 2010.

    A estas espectaculares previsiones, estremecedoras para la industria editorial, se unen las que manejan otras compañías con productos ya existentes desde hace tiempo en el mercado, como el Papyre de la española Grammata, el Inves-Book 600 de El Corte Inglés o el Reader de Sony. A ellos se unió a finales de octubre el ‘Nook’, un flamante lector electrónico que se distribuye en los locales de la potente cadena anglosajona de librerías ‘Barnes & Noble’. Otras empresas han anunciado ya que trabajan en nuevos desarrollos, Google ya ha admitido que tiene puesto su punto de mira en los libros electrónicos y el magnate de los medios de comunicación, Rupert Murdoch, dueño de News Corp, ha demandado a sus profesionales que midan el impacto real de esta tecnología.

    ¿Aún tiene dudas de que algo está cambiando? No debería tener muchas y para quitárselas del todo bastaría con que echara la mirada quince años atrás, cuando Internet se reservaba a unas minorías, y el teléfono móvil todavía se consideraba un objeto ‘snob’, propio de poco menos que agentes de bolsa. Si se compara aquel contexto con el actual no resulta nada descabellado afirmar que hemos sido testigos de una revolución. No sólo tecnológica, sino también social. Y aún estamos inmersos en ella. Porque en estos tiempos en los que el móvil ya no es tanto un teléfono, sino más bien una especie de ordenador desde el que además se puede hacer llamadas, hemos asistido a una transformación brutal en los hábitos y costumbres de las personas, lo que, por consiguiente, ha desencadenado también un nuevo escenario para las empresas vinculadas al escenario comunicativo.

    Lógicamente, las compañías de telecomunicaciones, anteriormente vinculadas a la telefonía fija y a las comunicaciones por satélite, han tenido una evolución desbordante a la sombra de Internet y de los celulares móviles. Pero otras empresas han visto sus negocios mermados a cuenta de la irrupción del nuevo escenario digital. Es el citado caso de la industria musical, castigada por las descargas de mp3, la devaluación del cedé y el ‘top manta’; de la cinematográfica, que cuenta con menos espectadores en las salas de exhibición; de la televisiva, fragmentada por una mayor oferta de canales que aumentará aún más con la entrada de la TDT, y también de la prensa de pago, que asiste de forma paulatina a una pérdida de lectores. ¿La irrupción del Kindle y sus hermanos supondrá también el declive de la industria editorial?

    Resulta fácil y poco arriesgado responder que sí. Que, en efecto, las editoriales que sustentan sus modelos de negocio en una actividad industrial vinculada al papel van a sufrir un fuerte revés en su cuenta de resultados, más allá del que ya les está propiciando en estos momentos la aguda crisis económica. Pero ya lo saben y lo intuyen. En sus manos está ahora ver cómo pueden reorientar la situación y reinventarse. Porque su negocio irá en declive, seguro, pero eso no significa que vaya a desaparecer, como sí se han aventurado a augurar no pocos expertos, que también hablaron en su día del fin de la prensa de pago, de la exhibición cinematográfica o de las discográficas.

    La buena noticia para los editores y libreros, los más perjudicados por el éxito del Kindle, es que los avances tecnológicos se propagan a un ritmo vertiginoso, pero eso no significa que se adopten con la misma rapidez. Aunque no dé esa impresión, por la dimensión que ha alcanzado la tecnología en la vida cotidiana, se trata de una labor lenta. De años. Por ejemplo, hace quince ya se conocían las posibilidades de Internet y a su sombra proliferaron rápidamente un sinfín de proyectos, pero estos carecían de mercado y la situación culminó en el estallido de aquella famosa burbuja. Y la Red plantea ahora un escenario más consolidado, con la mitad de los españoles conectados a Internet, pero aún está lejos de su punto álgido de madurez.

    Los datos en el panorama de la comunicación apuntan a una caída en los sectores citados, sí. Es obvio que el negocio del cine, de la música o de la prensa ha conocido tiempos mejores que probablemente ya no regresen. Y lo mismo sucederá con los libros. ¿Pero quiere eso decir que van a desaparecer? Nadie sabe qué ocurrirá dentro de un siglo, si bien ahora mismo todos los estudios demuestran que ni las películas ni las canciones ni las noticias ni los libros han pasado de moda. De hecho, nunca han estado en un momento tan álgido. Nunca se ha leído tanto ni se han escuchado tantas piezas musicales ni se han visto tantos filmes. No lo dude. Esta es la era de la comunicación y no hay peligro alguno para sus pilares. Lo que está en cuestión son los soportes. Y todo apunta a que en los próximos tiempos asistiremos de forma paulatina a una reordenación del negocio que derivará en una necesaria convivencia entre los formatos tradicionales y los digitales que, según cada sociedad, se producirá de un modo u otro. Porque gente hay de todas las edades, con todos los gustos y con necesidades muy diferentes. Y un signo revelador de que nada es del todo seguro es que el reinado del mp3 quizás ha debilitado al cedé, pero ha logrado resucitar el vinilo. Y eso sí que nadie se aventuró a predecirlo.
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