
Fuente: ABC
URL: www.abc.es
26-10-09
FRANCISCO JOSÉ JURADO
Quienes me leen ya saben que en mis artículos no hablo de aspectos personales, ni utilizo la columna para darme pisto o publicidad. Hoy tampoco lo haré, pues mis asuntos y zarandajas sólo me incumben a mí y a mis circunstancias, que dirían los señores Ortega y Gasset. Además, el tema que quiero abordar hoy no es la Literatura, sino la lectura, que no es lo mismo aunque algo tengan que ver. El caso es que durante el mes de octubre he tenido mucho contacto con la Biblioteca Municipal de Lepanto, y he comprobado la ímproba tarea de fomento de la lectura que están llevando a cabo sus trabajadores, sobre todo a través de los «clubes de lectura» repartidos por todos los centros cívicos de la ciudad. Me contaron los bibliotecarios que, aunque para ellos todos los clubes son igual de satisfactorios, reconocían que su vocación de servicio y esfuerzo se redoblaba en aquellas zonas marginales en las que hay más niños propensos a caer por la pendiente del absentismo escolar o la delincuencia. Niños de familias desestructuradas, con demasiados problemas para plantearse según qué cosas, y que viven y se educan, prácticamente, en la calle. Pues bien, esos niños de la calle a veces entran en las bibliotecas de sus barrios. Suelen hacerlo cuando empieza a llover. O cuando hace frío, para calentarse mínimamente. Por eso, los bibliotecarios los denominan así: los niños de la lluvia, o del frío. Es entonces cuando empieza su trabajo, que consiste en atrapar a esos niños en su red de libros para que no vuelvan a la calle cuando escampe, que se queden allí y disfruten con la lectura. Pero a estos niños no les ofrecen lo mismo que a los demás. Para qué van a leer «El libro de la Selva», si a ellos la jungla les queda en su misma acera; ni «Oliver Twist», pues estos pilluelos le dan pan con queso al de Dickens, ni aventuras de Conrad como «Lord Jim», cuando ellos son grumetes del barco de «El corazón de las tinieblas», navío que en medio de una lluvia torrencial conduce a sus tripulantes hacia ¡el horror, el horror!, como dijo Brando. Así que la red que le tienden es la de Spiderman. Comics, puzzles, acertijos literarios... lo que haga falta para incentivar su curiosidad. Y ahí están, en la lucha diaria. Por eso quería dedicarles el artículo. Por intentar que la vida de sus semejantes sea mejor a través de los libros. Pues sin libros... ¡el horror, el horror! Sólo que para esos niños, el Apocalipsis Now comienza cuando deja de llover, y Baloo, Shere-Khan y Mowgli afilan los colmillos de su dura realidad.
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