Estilismo editorial: blanco y negro. La industria del libro ante la crisis económica y el reto digital

Fuente: La Nueva España

URL: http://www.lne.es

País: España

08-12-2009

MARTA MAGADÁN

La reciente Feria Internacional del Libro (Liber) ha mostrado, como cada año, la situación de la producción editorial actual, congregando a editores, agentes literarios, libreros, distribuidores y otros profesionales del sector.

En términos de estilismo, Liber sería un must imprescindible en el fondo de armario del negocio editorial. Pero este año dos serán los colores dominantes en el evento: el negro de la crisis económica y el blanco del cambio tecnológico.

Desde la industria editorial jamás se ha transmitido señal de temor alguno al libro electrónico, al considerarlo una nueva vía de negocio, un nuevo mercado para un producto nuevo -el soporte tecnológico- cuya consolidación depende de que disponga de contenidos editoriales en formato digital. Esta nueva forma de entender la lectura no sólo no actúa como sustitutivo del libro «analógico» en modo alguno sino que lo complementa. Lo que realmente facilitará el libro digital -y sus nuevos soportes- será una segmentación del mercado más clara entre aquellos contenidos que el cliente potencial desea de modo digital -por ejemplo, artículos universitarios, diccionarios, obras de consulta, ciertas obras profesionales, cierto tipo de literatura o cierto tipo de manuales- y aquellos otros contenidos que se desean en un formato analógico. Casi con seguridad estas preferencias harán que los editores sean cada vez más selectivos a la hora de decidir encumbrar al formato tradicional una obra de un autor. Incluso para las editoriales de menor tamaño, el formato digital podría suponer un incremento notable de su visibilidad en el mercado global de internet.

El problema de fondo para editores y autores es lo relativo, como siempre, a la necesaria regulación de los derechos de autor y preservación de la propiedad intelectual, que muchos de nuestros políticos se toman a la ligera.

Más de 197 editoriales en nuestro país -incluida quien les escribe- trabajan con soporte distinto al papel, facturan el 10,5% del sector, y es casi mayoritario en la edición para profesionales. Como vemos, no estamos ante una novedad para la industria, aunque ciertamente lo digital va transformando la organización de las editoriales.

Para un pleno desarrollo del ámbito digital es necesaria: 1) una nueva ley de propiedad intelectual, 2) políticas públicas de apoyo (en la educación se transmite -con gran error y desacierto especialmente en un país como el nuestro con tan bajos niveles de capacidad innovadora en el mundo de las ideas en comparación al supuesto peso de su economía en el mundo- la idea de que los contenidos deben ser gratis, pero no así el artefacto tecnológico, la conexión ADSL, etcétera) y 3) ajustar la normativa tributaria a la nueva realidad (la Agencia Estatal de la Administración Tributaria no considera libro su formato digital).

Este año 2009 será recordado como el annus horribilis para casi todos los sectores productivos. Y el sector editorial comienza a notar el impacto de la crisis. Aunque a principios de 2009 no se había sufrido un golpe tan fuerte como en otros sectores, cabe destacar que las ventas habían descendido un 4,1%, y la previsión de la caída para este año supera el 6%. Sólo durante los meses de enero y febrero las bajadas fueron del 40%, y si vemos el acumulado de los seis primeros meses del año se constata un descenso de la facturación de un 10% respecto al año anterior.

Los editores hemos sido cautos a lo largo de este año ante la caída de las ventas con reajustes de la inversión productiva que oscilan entre el 15% y el 20%. Ediciones sobrias, proyectos en stand by. En suma, menos títulos y menores tiradas. Esto implica una caída de la actividad en toda la cadena productiva del libro. Un efecto dominó que alcanzará a imprentas, diseñadores, logística, distribuidoras, librerías, etcétera.

Pero la crisis sólo constata en un sector que tradicionalmente ha vivido instalado en ella algo que desde la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) también se denuncia: una mala gestión de los fondos públicos en cuanto a la lectura, cuando no una reducción o inexistencia de recursos suficientes. Un ejemplo claro es el de las bibliotecas escolares.

No hay que olvidar que en España, la industria editorial mueve anualmente cerca de 4.000 millones de euros, un 0,7% del PIB, y da empleo, directo e indirecto, a más de 30.000 personas. Las 873 empresas editoriales agrupadas en la FGEE -incluidas las asturianas- representan cerca del 95% del sector.

El sector editorial tiene una función social -además de la evidentemente empresarial- como difusora de cultura. Jamás ha sido significativa la inversión en cultura por parte de la Administración como para, en tiempos de crisis, privar a los servicios públicos de lectura -bibliotecas- de recursos para adquirir contenidos, digitales o analógicos. Eso tanto da. Pero un hecho es claro, muchos sectores han recibido apoyo siendo los causantes directos o indirectos de lo que hoy se vive. Y un sector como el de la cultura, en el sentido más amplio del término, que comienza a crecer y fructificar, ve que ha elegido un mal momento y que se le niega, en unos casos, el pan y la sal o, en el mejor de los casos, se le raciona.

La industria editorial forma parte de esa gran familia de sectores vinculados al negocio de la cultura. Un negocio atractivo, emergente y con gran cantidad de efectos derrame sobre otras áreas y sectores económicos. Un negocio que merece que la Administración como brazo ejecutor de las políticas gubernamentales haga menos dura la ya de por sí difícil lucha de la empresa cultural.