Fuente: La Voz Digital
URL: www.lavozdigital.es
País: España
Fecha: 12 de julio de 2010
JULIO MALO DE MOLINA
Tan bello verso es de Joan Margarit, arquitecto, catedrático de cálculo de estructuras y poeta. Le conocí rebuscando en una librería de viejo, la de Abelardo Linares en Sevilla; nos hermanó la adicción a las cavernas donde insospechados volúmenes revelan la sabiduría difícil de encontrar en esta turbia cotidianeidad que sólo concede al hombre la libertad de su infinita imaginación. También nos une la vindicación del libro impreso sobre papel. De hecho aún podemos disfrutar de los llamados «incunables» o libros editados desde que aparece la imprenta en 1453 y hasta el año 1500, frente a la fragilidad de los soportes informáticos que padecen pronta caducidad. Pocas historias describen de forma más tierna el amor por los libros como la deliciosa película 'La Carta Final', que protagonizaron Anne Bancroft y Anthony Hopkins dirigidos por David Hugh Jones, estrenada en España a finales de los 80, y basada en el libro '84 Charing Cross Road' de Helene Hanff, título que viene a sugerir las señas de una librería londinense. Libro y película son de obligado disfrute para los amantes de la lectura. Hace poco Isabel Coixet dirigió una versión teatral que se representó en Barcelona, Madrid y otras ciudades españolas. Es una bella historia autobiográfica de amor a modo de epistolario entre la propia Helene Hanff, escritora neoyorkina, y el sobrio librero inglés que interpreta Hopkins. Nunca llegan a conocerse, su amor se desenvuelve a través de los libros que cruzan el Atlántico.
Si bien como sostiene Muñoz Molina la escritura no se inventó para registrar poemas sino relación de transacciones comerciales, las fábulas y leyendas de tradición oral nacen ya en el calor de la lumbre de las hordas primitivas. Vladimir Propp en 'Las Raíces Históricas del Cuento' muestra cómo algunas narraciones orales revelan su origen en las ancestrales culturas matriarcales (las hadas, las brujas) anteriores a las invasiones de nómadas indoeuropeos que impusieron los modos del machismo. Desde el ingenio de Gutenberg, el soporte papel ha venido divulgando desde las sagas islandesas que tradujo Borges hasta las novelas de Stevenson, que ahora se apilan en bellas bibliotecas como la que proyectó Asplund en Estocolmo o la de Aalto en Vilpuri (Rusia). También en las librerías de viejo como la de 84 Charing Cross Road o aquellas que también podemos encontrar en nuestra propia ciudad. A la postre ninguna vida por procelosa que resulte es capaz de aportar las experiencias que podemos extraer de una buena colección de libros. El cielo debe ser una biblioteca.
Tan bello verso es de Joan Margarit, arquitecto, catedrático de cálculo de estructuras y poeta. Le conocí rebuscando en una librería de viejo, la de Abelardo Linares en Sevilla; nos hermanó la adicción a las cavernas donde insospechados volúmenes revelan la sabiduría difícil de encontrar en esta turbia cotidianeidad que sólo concede al hombre la libertad de su infinita imaginación. También nos une la vindicación del libro impreso sobre papel. De hecho aún podemos disfrutar de los llamados «incunables» o libros editados desde que aparece la imprenta en 1453 y hasta el año 1500, frente a la fragilidad de los soportes informáticos que padecen pronta caducidad. Pocas historias describen de forma más tierna el amor por los libros como la deliciosa película 'La Carta Final', que protagonizaron Anne Bancroft y Anthony Hopkins dirigidos por David Hugh Jones, estrenada en España a finales de los 80, y basada en el libro '84 Charing Cross Road' de Helene Hanff, título que viene a sugerir las señas de una librería londinense. Libro y película son de obligado disfrute para los amantes de la lectura. Hace poco Isabel Coixet dirigió una versión teatral que se representó en Barcelona, Madrid y otras ciudades españolas. Es una bella historia autobiográfica de amor a modo de epistolario entre la propia Helene Hanff, escritora neoyorkina, y el sobrio librero inglés que interpreta Hopkins. Nunca llegan a conocerse, su amor se desenvuelve a través de los libros que cruzan el Atlántico.
Si bien como sostiene Muñoz Molina la escritura no se inventó para registrar poemas sino relación de transacciones comerciales, las fábulas y leyendas de tradición oral nacen ya en el calor de la lumbre de las hordas primitivas. Vladimir Propp en 'Las Raíces Históricas del Cuento' muestra cómo algunas narraciones orales revelan su origen en las ancestrales culturas matriarcales (las hadas, las brujas) anteriores a las invasiones de nómadas indoeuropeos que impusieron los modos del machismo. Desde el ingenio de Gutenberg, el soporte papel ha venido divulgando desde las sagas islandesas que tradujo Borges hasta las novelas de Stevenson, que ahora se apilan en bellas bibliotecas como la que proyectó Asplund en Estocolmo o la de Aalto en Vilpuri (Rusia). También en las librerías de viejo como la de 84 Charing Cross Road o aquellas que también podemos encontrar en nuestra propia ciudad. A la postre ninguna vida por procelosa que resulte es capaz de aportar las experiencias que podemos extraer de una buena colección de libros. El cielo debe ser una biblioteca.
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