Fuente: Milenio
URL: http://impreso.milenio.com
01.01.2010
Por: Carlos Tello Díaz
La Unesco acaba de lanzar en internet (www.wdl.org) la Biblioteca Digital Mundial. “La BDM reúne mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de todos los tiempos y explica en siete idiomas las joyas y reliquias culturales de todas las bibliotecas del planeta”, dice Abdelaziz Abid, coordinador del proyecto de la Unesco. “Entre los documentos más antiguos hay algunos códices precolombinos, gracias a la colaboración de México”. Sus tesoros incluyen el Hyakumanto, el primer texto impreso en la historia, publicado en 764 en el Japón; el Evangelio de San Mateo traducido en aleutiano en 1840 por el misionero ruso Ioann Veniamiov; el relato azteca en el que por primera vez es mencionado el Niño Jesús en el Nuevo Mundo; la Biblia de Gutenberg; la Declaración de Independencia de Estados Unidos; el diario de Pigafetta, el viajero que acompañó a Magallanes en su viaje alrededor del mundo; los trabajos de los científicos árabes que develaron los misterios del álgebra; unas pinturas rupestres de África que datan de 8,000 A.C. Los documentos —actualmente 1,200, pero creciendo— están acompañados por una breve explicación de su contenido y su significado en los idiomas oficiales de la Unesco.
Internet es algo extraordinariamente reciente: la palabra misma apareció apenas en 1981, el año en que la IBM sacó la primera computadora portátil al mercado de Estados Unidos. La red fue abierta al público en general hace apenas dos décadas, cuando fueron creadas las primeras direcciones electrónicas. Entonces casi no había usuarios de internet. Diez años después, en 1998, la cifra llegó a 100 millones en el mundo. Y desde entonces explotó: en 1999 eran 200 millones; en 2000, 300 millones; en 2001, 400 millones… En México nada más hay ahora 64 millones de usuarios de internet. Hace diez años había apenas 100 mil. Y hace veinte no había prácticamente ninguno.
Durante todos estos años, internet evolucionó con autonomía, sin la participación de los gobiernos, gracias a una infraestructura administrada esencialmente por el sector privado, sobre la base del consenso. Es una de las razones que explican su éxito. La otra es su apertura. Internet ofrece un espacio ideal para la libre circulación de las ideas, es un instrumento abierto cuyo surgimiento ha sido justamente comparado con la invención de la imprenta en el siglo XV. La Biblioteca Digital Mundial es el ejemplo más reciente de esta democratización del acceso a la cultura.
Pero internet es también un espacio cerrado, no tanto por la censura, como por la zanja gigantesca que por razones lingüísticas, aunque también técnicas, existe en internet. El 90 por ciento del trabajo de la red se hace con apenas once lenguas (esencialmente el inglés, que constituye 43 por ciento de toda la producción de internet). Ello excluye en los hechos a las miles de lenguas, y de culturas representadas en esas lenguas, que existen en el mundo. Pero además, internet está tiranizado por los caracteres latinos, pues para acceder a un sitio es necesario teclear en la pantalla una dirección —es decir, un nombre de dominio, que debe ser escrito en caracteres latinos. Más de la mitad de las personas que viven hoy hablan lenguas que no están representadas en internet. Y mucho más de la mitad habla lenguas que no están escritas en caracteres latinos. Por eso es importante el uso de los nombres de dominio escritos en un alfabeto distinto del latino, para que pueda ser realmente universal el acceso a la información y a la cultura —a todo lo que ofrece, por ejemplo, la Biblioteca Digital Mundial.
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